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Caprichicos de la evolución

17 febrero, 2010

The descent of man
¿Alguna vez te has planteado qué función tiene el hipo? ¿Y el cóccix? ¿Y el bostezo? Sorprendentemente quizás no tengan ninguna. El proceso evolutivo ha generado gran cantidad de adaptaciones de mayor o menor complejidad en todas las formas de vida. Sin embargo, todas estas adaptaciones han partido de modelos previos, por lo que algunas de las características y procesos de los modelos anteriores han ido degenerando y quedando sin función alguna, o con una función meramente testimonial en muchas especies. Veamos algunos ejemplos en el caso de nuestra especie.

Esta entrada no pretende ser un paladín de la defensa de las ideas evolucionistas, ni una argumentación a ultranza a favor de la doctrina darwiniana. Simplemente me limitaré a nombrar y comentar algunas de las curiosas cualidades y características que el proceso evolutivo nos ha deparado poseer, ya sean éstas totalmente inútiles e irrelevantes, o ligeramente engorrosas. Quizás, como efecto colateral, pueda ayudarnos -como lo hace en mi caso- a erigir una posición más humilde, del distanciamiento del antropocentrismo radical, y de la extraña manía de mirarnos al ombligo que tenemos en nuestra especie.

Como podemos imaginar, la selección natural en forma de selección genética conduce a la adaptación, lo que en ningún caso asegura perfección en el resultado. Esto hace que las diferentes especies no puedan presentar tremebundos errores en sus características (ya que éstas no se seleccionarían), pero quizás sí ligeros fallos, suficientemente insignificantes como para que no impidan la adaptación y la supervivencia.

En el caso del ser humano, existen algunos de estos errorcillos, también llamados atavismos en la nomenclatura científica.  La persistencia de estos caracteres se debe simplemente a que cuando un órgano de gran tamaño deja de utilizarse, hay una fuerte presión selectiva para reducirlo o eliminarlo, porque es un estorbo que consume recursos. Pero en la medida en que desaparece, la selección natural se relaja, y los organismos que lo conservan no son penalizados porque no son claramente desventajosos.

Totalmente inútiles o razonablemente inútiles

En este epígrafe podríamos hablar de algunas de nuestras conocidas caracerísticas sin una utilidad evidente, y que aparentemente tampoco nos producen ningún daño relevante: el cóccix, el bostezo, la extraña disposición del nervio recurrente laríngeo o el hipo.

evolución, coccix, cola, vestigio, atavismo

Fig. 1 - En esta imagen podemos ver un niño con un cóccix poco vestigial.

El cóccix, como es sabido, es el remanente de la cola del resto de mamíferos. Curiosamente, el embrión humano, durante el desarrollo gestacional, posee cola en alguna de las fases, y posteriormente ésta degenera para desaparecer y dar lugar únicamente al cóccix del recién nacido. Sin embargo, se han descrito casos de recién nacidos que presentan colas de hasta 7’5 centímetros, como en el caso de la fig. 1. Se han producido muchos casos de extirpación quirúrgica del cóccix sin que exista ninguna repercusión negativa, lo que refuerza la teoría de su totalmente inexistente función en nuestra especie.

El caso del bostezo es también muy ejemplificante. Se han postulado muchas funciones para este proceso instintivo sin encontrar ninguna totalmente satisfactoria, ni siquiera la de llenar de aire los pulmones. Una de las más aceptadas es que el bostezo sería una señal de alarma o de expresión de emociones. Una manera de comunicación hacia el resto de integrantes del grupo en aquellas especies con hábitos sociales. Por ejemplo, un chimpancé bostezaría por sentir estrés o ansiedad al ver un peligro -de manera involuntaria- para hacer percatarse de ello al resto de la comunidad. Por esto el bostezo es contagioso (y mucho), ya que haría sentir también al resto de la comunidad este peligro, y pasaría el mensaje de unos a otros con facilidad. Sin embargo, en el caso del ser humano el bostezo habría quedado desprovisto de función al existir en nuestro caso la posibilidad -mucho más eficaz- del lenguaje.

La posición relativa de las diversas estructuras suele mantenerse constante a través de la evolución, originando en algunos casos diseños absurdos debido a cambios en formas y dimensiones. Un ejemplo que ilustra este fenómeno es el del nervio laríngeo recurrente. Este nervio, encargado del movimiento de las cuerdas vocales para generar o modular la voz, recorre un largo camino desde su origen en las cercanías del cráneo, pasando de largo por la laringe -que es realmente su destino final-, descendiendo para dar la vuelta a la arteria aorta (en el lado izquierdo) o la subclavia (en el lado derecho) para  ascender de nuevo caprichosamente hasta la laringe. Esto es algo sorprendente e ilógico en el ser humano, pero es aún más absurdo en el caso de la jirafa, donde este nervio hace el mismo recorrido, pero suponiendo esta vez un trayecto de metros. Hay poco de perfecto en este diseño, y la única utilidad que le puedo encontrar a un recorrido tan enorme es que la afectación del nervio recurrente (que da como síntoma la ronquera o disfonía) puede ayudar al diagnóstico, por ejemplo, de algunos cánceres de pulmón de las porciones superiores, que pueden infiltrar a este nervio a su paso por el tórax.

hipo, vestigio, evolución

El hipo es otro ejemplo de fenómeno reflejo sin causa ni función conocidas en nuestra especie. Se trata de una contracción súbita del diafragma con brusco cierre posterior de la glotis. Esto último produce el sonido característico del hipo. Son más propensas a presentarlo las personas que hablan mucho, en particular cuando pronuncian largos discursos sin respirar. Pero también se genera al tragar con rapidez, al reír o toser con vehemencia o al comer alimentos con gran cantidad de especias. Filogenéticamente se considera el hipo como un vestigio de la respiración de los anfibios. La rana o el sapo tragan aire y agua mediante un reflejo motor simple que se parece al hipo de los mamíferos. Esta teoría se ve apoyada por el hecho de que ambos, el hipo y la respiración anfibia, se inhiben con elevadas concentraciones de CO2 (se explica así aquello de aguantar la respiración o beber grandes cantidades de agua para terminar con un episodio de hipo). Además, una gran cantidad de niños nacidos prematuramente tienen hipo, debido al insuficiente desarrollo de su sistema respiratorio, como si aún necesitaran algo más de desarrollo para completar el proceso evolutivo -el cual se encuentraría encerrado en parte en nuestro desarrollo embrionario, como ya vimos en el caso de la cola- hasta la respiración de los mamíferos. Como curiosidad decir que Charles Osborne tuvo hipo ininterrumpidamente durante 68 años, desde 1922 hasta 1990, por lo cual aparece en libro Guinnes de los records. Este pobre hombre se quedó descansando cuando el hipo al fin le abandonó precisamente un año antes de su muerte en 1991.

He repasado aquí únicamente algunos de los vestigios con poca o ninguna funcionalidad. Sin embargo, la lista podría ser muchísimo más larga, pudiéndose incluir en ella, por ejemplo, los reflejos arcaicos presentes tanto en el bebé como en algunos pacientes con demencia, o la piloerección ante el estrés. En otro orden de cosas, en una entrada posterior incluiré algunos de los vestigios o características generadas por la evolución que producen habitualmente problemas y patologías de mayor o menor importancia en nuestra especie. ¿Os imagináis ya algunos de ellos?


Para saber más / Referencias…

Imagen "The Descent Of Man" por Kaptain Kobold (Creative Commons)

7 comentarios leave one →
  1. 17 febrero, 2010 17:43

    ¡Un texto fascinante! Seguramente que mucha gente se había preguntado todas estas cosas pero nunca habían encontrado la respuesta. Estoy convencido de que más de uno -me incluyo en el bote- está deseando leer la segunda parte 😉

    Un saludo!

  2. Neytiri permalink
    18 febrero, 2010 13:12

    Síiiii, yo también! jeje
    Jo, qué fuerte el bebé con colita! :O

  3. IeiaZeL permalink
    19 febrero, 2010 10:42

    Muy buen artículo Ángel. Me ha recordado a cierto atavismo que una vez leí, y es el caso de la barbilla. ¿Para qué sirve la barbilla? Simplemente, para nada. Como en los casos de los que hablas, es resultado de la evolución. Nuestros antepasados homínidos no tenían la dieta blanda que usamos ahora, y necesitaban unos dientes fuertes para sobrevivir, y, por consiguiente, una férrea estructura ósea que los apoyara. Con el paso de los miles de años, estas características y otras, como el fuego, la dieta recolectora, consiguieron reducir el tamaño y número de los dientes, «empujando» hacia fuera a la mandíbula. Lo leí en su día en genciencia.

    ¡Aprovecho mi primer comentario para felicitaros! Me encanta el blog! ¡Un abrazo a todos y mucho ánimo!

    • A. Aledo permalink
      19 febrero, 2010 18:22

      Gracias por la aportación, y por los ánimos!

      PD- Me alegro de que saques el tema de la mandíbula, porque en la segunda parte del post comentaré algo más de ella, aunque en este caso serán desadaptaciones, y no características inocuas. Un saludo!

    • 19 febrero, 2010 20:50

      Muchas gracias IeiaZeL!! Ya sabes que puedes pasarte por aquí a comentar cuando quieras, que bien sé que tu eres otro amante más de las curiosidades de la ciencia y que te encanta tanto como a nosotros bucear en este universo tan interesante!

      Un abrazo!

  4. Maria permalink
    20 febrero, 2010 4:14

    Angel me ha gustao el articulo, a ver si escribes uno relacionao con el librico verde!! Me encantaria leerlo. Por cierto el bostezo sirve para que puedas(como de costumbre) jodernos a todos metiendonos el dedo en la boca… XD

    Felicidades a todos los creadores del blog!

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  1. Caprichos de la evolución

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