Saltar al contenido

Chamanes del Siglo XXI

28 febrero, 2010

Seer-ACEO-Original-Painting

Es comprensible, dada la naturaleza humana del hombre –valga la redundancia–, que éste sea capaz de agarrarse a un clavo ardiendo al enfrentarse a las situaciones más desesperadas. En el caso que nos atañe, hay personas que sin creer lo más mínimo en las «medicinas» alternativas llegan a sentirse tan perdidas que finalmente acaban recurriendo a ellas. Por contra, hay individuos que acuden en primera instancia a lo alternativo, lo «natural», para finalmente acabar sentados en la sala de espera de la puerta de urgencias.  En fin, paradojas de la vida.

Me he aventurado a escribir esta entrada incitado a ello previa lectura de “Las 10 medicinas alternativas actuales más delirantes”, una recopilación muy interesante llevada a cabo por Shora en el blog Medtempus, os recomiendo su lectura.

Por curiosidad he leído todas las intervenciones de los tertulianos en dicha entrada. La conclusión a la que he llegado es simple: ambos bandos, ciencia y magia, jamás se entenderán. Mientras echaba un vistazo a la teoría de los meridianos que alguno de los conferenciantes había referenciado, me he dado de bruces con demostraciones «científicas» tan peregrinas como que la inyección de radioisótopos en los puntos de acupunción se desplazaba siguiendo patrones con resultados supuestamente sorprendentes, justificando precisamente la existencia ancestral de dichos meridianos. Un momento… –dibújeme el lector una sonrisa entre pícara y compasiva en el rostro–, ¿no será más bien que los radioisótopos han sido captados por los linfáticos y se están movilizando según la trama linfática del sujeto? Me recuerda a la técnica que se usa en medicina nuclear para dar con el ganglio centinela… Supongo que este «científico» prefirió llamar «meridianos» a los vasos linfáticos, que así queda más exótico. O quizá es que pensó que una explicación irracional sería más lógica que otra basada en la anatomía y fisiología humana.

A algunos de los defensores de las «medicinas» alternativas no les basta con defender con uñas y dientes aspectos tan irrisorios como la memoria del agua desafiando al mismísimo número de Avogadro, sino que además se atreven a cuestionarse, entre otras cosas,  la existencia del átomo. Y todo sea por ir en contra de la ciencia, pero de esto casi mejor ni hablamos. Tenemos a medio mundo emocionado con el Gran Colisionador de Hadrones y todavía hay gente que se plantea la existencia de la unidad atómica, los mismos que seguramente aún creen en la esencia de la alquimia.

Del mito al logos.

Quizá la comunidad científica le tendría menos aversión a las «medicinas» alternativas si gozasen de más humildad, sinceridad, reconociesen sus propias limitaciones y no resultasen ser un auténtico pozo tragaperras. Y quizá ya no sea el verdadero problema esa gente que aún conociendo la dinámica del negocio predica a su favor por puro interés financiero –se pilla antes a un mentiroso que a un cojo– sino más bien hay que tener miedo a aquellos que de verdad sienten el poder de la magia en sus manos y hacen creer a sus sumisos clientes en los poderes místicos que de ellos emanan. En la historia de la humanidad la ignorancia se fue supliendo con el mito. Hoy todavía son mitos los que pretenden explicar los teoremas de las «medicinas» alternativas. No es aventurado afirmar que muy posiblemente éstas se quedaron ancladas atrás en el tiempo.

En contrapartida, cabe señalar que la ciencia ha sabido tener en cuenta antiguos preparados medicinales que fueron transmitidos de generación en generación, extractos de plantas que hoy forman parte de algunos principios activos de medicamentos los cuales de su eficacia comprobada nadie duda, puesto que han pasado el cuidadoso y mimado proceso madurativo de la ciencia. La ciencia ha sabido discriminar lo válido de lo inútil, y no es avariciosa a la hora de aceptar nuevas teorías siempre que tengan un fundamento lógico y racional. La magia de lo alternativo es incapaz de saber aceptar sus errores, es incapaz de evolucionar, y por tanto jamás podrá llevarse bien con la ciencia.

La fe no es incompatible con la ciencia, pero conviene separarlas.

Lo que más me enoja es que los defensores de lo alternativo intenten demostrar los resultados tan positivos que presumen obtener mediante falacias y engaños o demostraciones vacías de rigor. Y en última instancia, cuando se ven acorralados por la mesura de la ciencia no pueden sino señalar para otro lado clamando infamias estúpidas sobre el método científico haciendo un claro llamamiento a su más profunda y sentida ignorancia.

Por lo menos, si quieren justificar sus actos que se parapeten detrás de la fe, que ahí nadie les va a negar nada. La fe es algo donde, mientras no molestes, ni yo ni nadie debería a entrar a discutirte nada. Si esa «fe» repercute en la salud de uno, allá él. Eso sí, que los chamanes del siglo XXI que intenten convencer al pueblo de sus poderes mágicos no esperen alfombra roja por parte de la comunidad científica. La salud de la gente, que peca de inocente e ingenua ante lo desconocido, está en juego.

Un daño irreparable a la cultura.

Qué duda cabe que la práctica desmesurada y con avaricia de las terapias ancestrales, blandiendo los estandartes de la cultura milenaria a cualquier precio, no hace sino dañar directamente en esencia dichos legados. Y es que quizá la acupuntura o un buen masaje siguiendo las enseñanzas del ying y el yang no hagan mal a nadie, como tampoco causará perjuicio la práctica del yoga o de cualquier otra técnica de relajación tradicional. La tragedia comienza en el mismo punto en que aquellos que venden esta forma de cultura como un remedio complementario y antiparalelo a la Medicina reniegan de la ciencia. Y se perpetúa este esperpento con la invención de novedosas «técnicas» basadas en nuevas interpretaciones del arte, o la resucitación de terapias arcaicas probadamente peligrosas como la trepanación del cráneo.

Lo alternativo –un masaje, un baño con ungüentos y aromas, una sesión de yoga, unas pastillitas azucaradas que se hacen llamar homeopatía…–, hasta cierto punto podría ser compatible y simultáneo a la Medicina. Lo que está del todo claro es que lo alternativo jamás podrá sustituir a la ciencia. Y ése es, lamentablemente, el quid de la cuestión.

Hay una frase que creo lo resume todo: «La suma total de la inteligencia del planeta permanece constante; la población, sin embargo, continúa creciendo».


Para saber más / Referencias…

Imagen "Seer ACEO Original Painting" por Shain Erin (Creative Commons)
Imagen "Tissue culture" por IRRI Images (Creative Commons)
Imagen "Lightplay: Radius of Knowledge" [mod] por DaveFayram (Creative Commons)

5 comentarios leave one →
  1. Neytiri permalink
    28 febrero, 2010 21:10

    Estoy de acuerdo con lo que dices, pero no deja de ser cierto que ciertos tratamientos (o, si lo prefieres, «tratamientos») que se utilizan, siendo totalmente empíricos, dan buenos resultados.

    Y no me refiero a los «mágicos», por supuesto, eso es pura irracionalidad y lo considero incompatible con una mente científica (salvo por el posible efecto placebo que puedan tener), sino a la MEDICINA NATURAL (que conste! jeje).

    Muchas veces no se sabe el mecanismo de acción por el que resultan efectivos porque no se ha estudiado o porque simplemente no se sabe TODAVÍA. Pero estoy segura de que muchos (no todos, ni tan siquiera la mayoría) sí son efectivos, sólo que no hay estudios serios que demuestren su eficacia. En cualquier caso, si su uso empírico puede aportar algún beneficio sin causar perjuicios, por qué no usarlos?

    En las prácticas de cirugía de mama, yo sí vi como un cirujano recetaba para el tratamiento de la mastodinia, ADEMÁS de progesterona tópica, cásulas de ACEITE DE ONAGRA. Y sólo le dijo «pruébalo, es un aceite natural, hay a quien le va muy bien. Si después de un par de semanas ves que has mejorado, puedes seguir tomándolo siempre, que daño no te va a hacer».
    O quién no ha tomado valeriana alguna vez? jeje, yo sí lo he hecho! (aunque la verdad es que fue totalmente ineficaz jejej).

    Me encanta el artículo Admin, jejej, no lo digo por llevar la contra, eh? Estoy totalmente de acuerdo con todo lo que dices, pero quería aportar eso. Creo que el médico que conoce tratamientos «naturales» que son efectivos y, como hizo este cirujano, los recomiendan paralelamente al tratamiento protocolizado (sin sacar ningún beneficio económico de ello claro, si no me daría rabia, mucha rabia! jejej), está en clara ventaja respecto a los otros médicos, o quizás no tan clara jeje, pero sus pacientes notarán que hace más de lo que simplemente «debe hacer». Se trata de estar informado y tener una mente abierta a la vez que un espíritu crítico. Ya me he ido por las ramas! jejej

    Genial la entrada! 😉 Ya me callo xD

    • 28 febrero, 2010 22:33

      Entiendo lo que quieres decir… Pero si te soy sincero creo que un profesional médico (por lo menos mientras esté ejerciendo de médico) no debe «recetar» o aconsejar nada que no esté avalado por la evidencia científica. Entre otras cosas porque dejaría de ser «médico» para pasar a convertirse en un peligroso chamán del siglo XXI :-).

      Imagínate a cada facultativo recomendando a cada persona que pruebe las «cápsulas de …», ¡vaya tela! Además, ¿en qué se basa ese médico para decir que algo «va bien para…»? ¿En que a la vecina del 4º le fue bien? Hay que tener cuidadín con esas cosas. No creo que un médico que se aventure a recomendar cualquier remedio casero esté en clara ventaja respecto de otro que simplemente se ajuste a los protocolos que dicta su profesión.

      Pienso que el médico que de verdad está en clara ventaja sobre otros, además de aquel que esté actualizado a la última, es aquel que mejor sepa transmitir la importancia de una buena medicina preventiva: dieta sana y equilibrada, ejercicio físico, prevención de ETS, etc… Y además sea eficaz en el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.

      Si de veras el aceite de onagra fuese beneficioso para la mujer ya estaría incluido en los tratados de Ginecología. Creemé, las farmacéuticas serían las primeras interesadas. Y si ese cirujano está tan convencido de sus efectos… ¿por qué no hace un estudio serio para avalar su teoría?

      Estoy de acuerdo en que es posible que haya todavía muchas plantas con principios activos que aún desconocemos y que en el futuro quizá se añadan al arsenal terapéutico de medicamentos como ya comento en la entrada, pero creo que no es suficiente justificación como para que cada médico se dedique a recomendar lo que «crea» que va bien. Si alguien está convencido de algo ¡que lo demuestre! Porque así funciona la ciencia.

      Y no, no estoy de acuerdo en que los remedios «naturales» sean inocuos… A 20€ el frasquito de cápsulas de aceite de onagra, me parece a mi que el bolsillo lo siente, ¡y mucho! xDD

      Hagan los médicos su trabajo… y los productos de parafarmacia para los naturistas, que sino ¿de qué van a vivir pues? 😉

      Pd. Igual me falla lo de la mente abierta… ¿no? xD

      Un saludiño Ney!!

  2. 28 febrero, 2010 22:46

    De acuerdo con tu comentario Mike, pero quiero resaltar un matiz. Quizás el aceite de onagra (al final va a parecer que le estamos haciendo publicidad xD) es tan potente o más que el mejor de los tratamientos «oficiales» para la mastodinia. Por lo que hay que hacer hincapié en una cosa, que podría ser motivo de futuras entradas en el blog, y es que a las farmecéuticas NO les conviene el aceite de onagra, sea válido o no. Cualquier producto natural no es patentable por definición, por lo que no se le pueden sacar los suficientes beneficios como para que valga la pena costear los cuantiosos gastos que suponen unos ensayos preclínicos y clínicos reglados que necesita la aprobación de un nuevo fármaco. Este hecho hace que haya cientos de sustancias naturales muy útiles que no se utilicen porque nadie va a gastarse su presupuesto en introducirlo en la oficialidad científica para luego no sacar un duro.

    De todas maneras, está claro que no se puede -ni se debe- abrir la veda y recomendar tratamientos no probados a troche y moche…

    • 28 febrero, 2010 23:21

      Hice mal en hacer referencia a farmacéuticas, fue el ímpetu del instante xD. En efecto Ángel tiene razón, lo natural es impatentable y por tanto nada rentable (ya estoy esperando impaciente una entrada tuya con ese tema xD, te pasa por hablar, jaja). Pero se pueden llevar a cabo otro tipo de estudios (diferentes al costoso ensayo clínico) que puedan demostrar cierta evidencia mediante una significación estadística, al igual que existen estudios que demuestran los beneficios (o perjuicios) de comer tal cosa o tal otra.

      Me sé yo de algún que otro remedio casero que se ha quedado en el tintero y no ha servido para ganar un Nobel precisamente por ser un producto de la tierra, a pesar de su demostrada eficacia. Pero es eso mismo, mientras la eficacia esté DEMOSTRADA y haya un estudio serio que lo avale, podrás recomendar el producto por muy natural que éste sea.

      Quizá no me expresé del todo bien, pero básicamente lo que pretendía transmitir es que un médico (cuyo fundamento es la ciencia) no puede recetar o recomendar nada en basea a una simple creencia. ¡Bendito sea si el producto natural de la tierra lleva de la mano un estudio consigo que lo aprueba! Entonces ahí no hay más que hablar.

      Gracias Ángel 😉

  3. Neytiri permalink
    28 febrero, 2010 22:52

    acho, qué fácil de convencer soy! jaja xD
    Pero bueno… por eso digo que hay que ser críticos! Obviamente no voy a decirle lo que me haya dicho la vecina!

    Y la verdad es que no sé hasta qué punto recomendaría algo que tuviera una fuerza de recomendación C (insuficiente evidencia para recomendar o no recomendar la práctica) en lugar de A… (de algo sirve la preventiva! xDDD), no lo sé la verdad. Será de tanto ver House que pienso así! A él le salen bien los tratamientos no aprobados pero… podría no salirle, no? jejej.

    A lo mejor es verdad que no es tan «guay» recetar «cosicas naturales» jejej, pero no sé… por lo menos quiero saber un poco más antes de alejarlos de mi vida para siempre! Pero no te preocupes, te prometo ser muy crítica (soy crítica!) y no hacer daño a mis pacientes (primum non nocere)! 😉

Deja un comentario